Family always first -EN-ES-
My family has always been the fundamental pillar of my life. Each member, with his or her peculiarities and talents, has contributed to create a nucleus full of love and shared experiences. Among all the activities we have enjoyed together, the visits to the countryside are the ones I treasure the most. There is a particular magic in those days, where simplicity and nature surround us, allowing us to reconnect with each other and with what is essential.
One of my favorite images is of the boys, ever so enthusiastic, running towards the chicken coop. It's a scene that never gets old, them running in with laughter and coming out with their hands full of fresh eggs. Seeing them participate in something so simple yet so meaningful, like collecting eggs for breakfast or for some recipe we will cook together, fills me with immense happiness. It is a reminder of the importance of the natural and the essential, and how small daily tasks can become moments of learning and fun.
Then there is Lola, our dog, the boys' tireless companion. Her presence in the field is always a source of joy. Lola has an infectious energy and unwavering loyalty, always ready to follow the boys on their adventures. Watching how they interact with her, how they include her in their games and how she responds to them with affection and protection, is a priceless spectacle of love and camaraderie.
But the field is not just for kids. For us adults, it is an invaluable opportunity to disconnect from the daily routine and reconnect with each other. I love to think of those moments when, with the sun going down, we all gather around the fire. There, with a fernecito or a glass of good wine in hand, conversations flow with a naturalness that only the atmosphere of the countryside can provide. We talk about everything and nothing at the same time, dreams and memories, past anecdotes and future plans.
The fire is not only a meeting point, but also the heart of our gatherings. Preparing a barbecue in its warmth is almost a sacred ritual. Everyone has a role to play, from the one who stokes the embers to the one who cuts the meat and prepares the picada. It is a team effort that culminates in a shared meal, where the effort and time invested are savored in every bite. As the smoke rises and the aromas envelop us, I feel a deep gratitude for these moments.
Health, always so precious, plays a crucial role in our ability to enjoy these gatherings. Knowing that we are all well, able to move, work, laugh and eat together, is a gift I never take for granted. Life has blessed us with the opportunity to be together, to share these experiences and to create memories that will stay with us forever. Each visit to the field is a reminder of how fortunate we are to be able to enjoy each other's company in such special surroundings.
My family and I have found the countryside to be a refuge and a place of connection. From the boys and their adventures in the chicken coop, to Lola's loyalty, to our deep talks around the fire, each element contributes to creating a unique experience. These moments, embellished with the simplicity and beauty of rural life, are priceless treasures that life gives us and that I treasure deeply. The possibility of enjoying them in good health and harmony is, without a doubt, one of the greatest privileges I can imagine.
Spanish version
Mi familia siempre ha sido el pilar fundamental de mi vida. Cada miembro, con sus peculiaridades y talentos, ha contribuido a crear un núcleo lleno de amor y experiencias compartidas. Entre todas las actividades que hemos disfrutado juntos, las visitas al campo son las que más atesoro. Hay una magia particular en esos días, donde la simplicidad y la naturaleza nos envuelven, permitiéndonos reconectar entre nosotros y con lo esencial.
Una de mis imágenes favoritas es la de los chicos, siempre tan entusiastas, corriendo hacia el gallinero. Es una escena que nunca envejece, ellos entrando con risas y saliendo con las manos llenas de huevos frescos. Verlos participar en algo tan simple pero a la vez tan significativo, como recoger los huevos para el desayuno o para alguna receta que cocinaremos juntos, me llena de una felicidad inmensa. Es un recordatorio de la importancia de lo natural y lo esencial, y de cómo las pequeñas tareas diarias pueden convertirse en momentos de aprendizaje y diversión.
Luego está Lola, nuestra perra, la compañera incansable de los chicos. Su presencia en el campo es siempre un motivo de alegría. Lola tiene una energía contagiosa y una lealtad inquebrantable, siempre dispuesta a seguir a los chicos en sus aventuras. Ver cómo interactúan con ella, cómo la incluyen en sus juegos y cómo ella les responde con cariño y protección, es un espectáculo de amor y camaradería que no tiene precio.
Pero el campo no es solo para los chicos. Para nosotros, los adultos, es una oportunidad invaluable para desconectar de la rutina diaria y reconectar entre nosotros. Me encanta pensar en esos momentos en los que, ya con el sol cayendo, nos reunimos todos alrededor del fuego. Allí, con un fernecito o un vaso de buen vino en la mano, las conversaciones fluyen con una naturalidad que solo la atmósfera del campo puede proporcionar. Hablamos de todo y de nada a la vez, de sueños y recuerdos, de anécdotas pasadas y planes futuros.
El fuego no es solo un punto de reunión, sino también el corazón de nuestras reuniones. Preparar un asado en su calor es casi un ritual sagrado. Cada uno tiene su papel, desde quien aviva las brasas hasta quien corta la carne y quien prepara la picada. Es un trabajo en equipo que culmina en una comida compartida, donde el esfuerzo y el tiempo invertidos se saborean en cada bocado. Mientras el humo asciende y los aromas nos envuelven, siento una gratitud profunda por estos momentos.
La salud, siempre tan preciada, juega un papel crucial en nuestra capacidad para disfrutar de estas reuniones. Saber que estamos todos bien, que podemos movernos, trabajar, reír y comer juntos, es un regalo que nunca doy por sentado. La vida nos ha bendecido con la oportunidad de estar juntos, de compartir estas experiencias y de crear recuerdos que nos acompañarán siempre. Cada visita al campo es un recordatorio de la fortuna que tenemos al poder disfrutar de nuestra compañía en un entorno tan especial.
Mi familia y yo hemos encontrado en el campo un refugio y un lugar de conexión. Desde los chicos y sus aventuras en el gallinero, pasando por la lealtad de Lola, hasta nuestras charlas profundas alrededor del fuego, cada elemento contribuye a crear una experiencia única. Estos momentos, adornados con la sencillez y la belleza de la vida rural, son tesoros invaluables que la vida nos regala y que atesoro profundamente. La posibilidad de disfrutar de ellos en buena salud y en armonía es, sin duda, uno de los mayores privilegios que puedo imaginar.
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