Iceland is a world in itself -EN-ES- Islandia es un mundo en si mismo

¡Hello Hive community!

On my recent trip through Iceland, I ventured by car with a trailer to tour this unique country. Starting in Bolafjall, I immediately found myself surrounded by breathtaking views of mountains that seemed to embrace the sky. The experience of driving along these natural formations was breathtaking, with each curve revealing landscapes that looked like something out of a dream.

Bolafjall, with its majestic peaks, was the perfect starting point. The freshness of the air and the clarity of the horizon filled me with a renewing energy. However, what really captivated me was the sense of adventure as I entered the tunnels through the mountains. Each tunnel was a doorway to a new landscape, a new experience, each with its own magic and mystery.

As the days passed, the Icelandic landscape unfolded before me like a mosaic of natural wonders. Passing through these tunnels was like passing through magical portals, leading from a world of green hillsides to vast expanses of lava fields, from rugged coastlines to black sand beaches. Every kilometer traveled was a new adventure, and the trailer behind my car became my mobile home, always ready for the next stop.

One of the most memorable stages of the trip was reaching Latrabjarg. This place is famous for its endless cliffs that plummet into the sea. The view from these cliffs is something that words can hardly capture. The Atlantic Ocean stretched out to the horizon, and the waves crashed loudly against the rocks below. Seeing the seabirds nesting on the cliffs was a spectacle in itself, and the feeling of being on the edge of the world filled me with awe and respect for nature.

However, the place that captivated me the most on the whole island was Raudisandur. This beach, with its red sand, is a corner of peace and incomparable beauty. Raudisandur is unlike any other place in Iceland. The sand, which changes shades in the sunlight, creates a striking contrast with the blue waters of the ocean. I spent hours walking along the beach, feeling the soft sand beneath my feet and listening to the whisper of the wind and waves. Here, in Raudisandur, I found a haven for the soul, a place where time seems to stand still and nature speaks in soothing whispers.

Traveling through Iceland by car and trailer was a liberating and enriching experience. The flexibility of being able to stop anywhere that caught my attention, to explore every nook and cranny at my own pace, made the trip even more special. The nights spent in the trailer, under the starry sky, were moments of reflection and gratitude.

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This trip was not only an adventure through breathtaking scenery, but also an inner journey. Every majestic view, every stretch of road traveled, allowed me to reconnect with nature and myself. Iceland, with its raw and wild beauty, taught me to appreciate the simplicity and grandeur of our planet.

Looking back on my journey, Bolafjall, Latrabjarg and Raudisandur stand out as the highlights of an unforgettable trip. These experiences have left an indelible mark on my memory, reminding me of the importance of exploring, of venturing beyond the known and finding beauty in the most unexpected places.

I hope you enjoyed it as much as I did!


Spanish version


¡Hola comunidad de Hive!

En mi reciente viaje por Islandia, me aventuré en auto con un remolque a recorrer este singular país. Comenzando en Bolafjall, me encontré inmediatamente rodeado por vistas imponentes de montañas que parecían abrazar el cielo. La experiencia de manejar a lo largo de estas formaciones naturales fue impresionante, con cada curva revelando paisajes que parecían sacados de un sueño.

Bolafjall, con sus cumbres majestuosas, fue el punto de partida perfecto. La frescura del aire y la claridad del horizonte me llenaron de una energía renovadora. Sin embargo, lo que realmente me cautivó fue la sensación de aventura al entrar en los túneles que atraviesan las montañas. Cada túnel era una puerta a un nuevo paisaje, a una nueva experiencia, cada uno con su propia magia y misterio.

Con el paso de los días, el paisaje islandés se desplegaba ante mí como un mosaico de maravillas naturales. Atravesar estos túneles fue como pasar por portales mágicos, llevando de un mundo de verdes laderas a vastas extensiones de campos de lava, de costas escarpadas a playas de arena negra. Cada kilómetro recorrido era una nueva aventura, y el remolque detrás de mi auto se convirtió en mi hogar móvil, siempre listo para la siguiente parada.

Una de las etapas más memorables del viaje fue llegar a Latrabjarg. Este lugar es famoso por sus acantilados infinitos que caen en picado hacia el mar. La vista desde estos precipicios es algo que las palabras difícilmente pueden capturar. El océano Atlántico se extendía hacia el horizonte, y las olas rompían con fuerza contra las rocas abajo. Ver las aves marinas anidando en los acantilados fue un espectáculo en sí mismo, y la sensación de estar en el borde del mundo me llenó de asombro y respeto por la naturaleza.

Sin embargo, el lugar que más me cautivó en toda la isla fue Raudisandur. Esta playa, con su arena roja, es un rincón de paz y belleza incomparable. Raudisandur es diferente a cualquier otro lugar en Islandia. La arena, que cambia de tonalidades con la luz del sol, crea un contraste sorprendente con las aguas azules del océano. Pasé horas caminando por la playa, sintiendo la suave arena bajo mis pies y escuchando el susurro del viento y las olas. Aquí, en Raudisandur, encontré un refugio para el alma, un lugar donde el tiempo parece detenerse y la naturaleza habla en susurros calmantes.

Viajar por Islandia en auto y con un remolque fue una experiencia liberadora y enriquecedora. La flexibilidad de poder detenerme en cualquier lugar que llamara mi atención, de poder explorar cada rincón a mi propio ritmo, hizo que el viaje fuera aún más especial. Las noches pasadas en el remolque, bajo el cielo estrellado, fueron momentos de reflexión y gratitud.

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Este viaje no fue solo una aventura por paisajes impresionantes, sino también un viaje interior. Cada vista majestuosa, cada tramo de carretera recorrido, me permitió reconectar con la naturaleza y conmigo mismo. Islandia, con su belleza cruda y salvaje, me enseñó a apreciar la simplicidad y la grandeza de nuestro planeta.

Al mirar hacia atrás en mi travesía, Bolafjall, Latrabjarg y Raudisandur se destacan como los puntos culminantes de un viaje inolvidable. Estas experiencias han dejado una marca indeleble en mi memoria, recordándome la importancia de explorar, de aventurarse más allá de lo conocido y de encontrar belleza en los lugares más inesperados.

¡Espero que lo hayan disfrutado tanto como yo!

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