Cosas de campo, que me encantan

La semana pasada, unos amigos nos invitaron a pasar unos días en su casa de campo en Ramallo. Estábamos muy emocionados porque necesitábamos un descanso de la ciudad y el lugar se veía precioso. La casa estaba rodeada de naturaleza, con un gran campo verde y árboles por todos lados. Todo parecía perfecto para un fin de semana tranquilo y relajante.

El primer día fue maravilloso. Pasamos la mañana explorando el campo, caminando entre los árboles y respirando el aire fresco. A mediodía, hicimos un picnic con sándwiches, frutas y jugos, disfrutando del sol y el canto de los pájaros. Por la tarde, algunos se animaron a dar un paseo en bicicleta mientras otros nos quedamos jugando a las cartas y charlando en el porche de la casa.

Pero el clima empezó a cambiar. De repente, el cielo se oscureció y comenzó a soplar un viento muy fuerte. Las nubes negras se juntaron rápidamente y, en un abrir y cerrar de ojos, una tormenta terrible se desató. La lluvia caía con fuerza y no parecía que fuera a parar pronto. Nos refugiamos dentro de la casa, pero no estábamos preparados para lo que vendría.

El agua de la lluvia empezó a acumularse y pronto nos dimos cuenta de que el campo se estaba inundando. Nuestros amigos, los dueños de la casa, se pusieron muy nerviosos. El agua venía del campo vecino y, si no hacíamos algo rápido, toda la casa y el campo quedarían bajo el agua.

Decidimos actuar. Buscamos palas y empezamos a cavar un canal para desviar el agua. Era una tarea difícil y agotadora. Estábamos todos empapados y llenos de barro, pero no podíamos detenernos. El agua seguía subiendo y teníamos que trabajar rápido para salvar el campo. Todos ayudamos, incluso los niños, haciendo lo que podíamos para abrir el canal y guiar el agua lejos de la casa.

Después de un buen rato de trabajo duro, finalmente logramos que el agua empezara a fluir por el canal que habíamos cavado. Fue un gran alivio ver cómo el nivel del agua bajaba lentamente. Aunque estábamos mojados y cansados, sentimos una enorme satisfacción al saber que habíamos salvado el campo de nuestros amigos.

Cuando la tormenta finalmente pasó, volvimos a la casa empapados y temblando de frío. Nuestros amigos encendieron una gran chimenea en la sala de estar. Nos sentamos alrededor del fuego, tratando de entrar en calor y secar nuestra ropa. Compartimos historias y nos reímos de nuestra aventura bajo la lluvia, sintiendo que habíamos pasado una prueba difícil juntos.

La noche terminó de manera muy agradable. El calor del fuego, el sonido de las llamas crepitando y la compañía de buenos amigos hicieron que olvidáramos el esfuerzo y el frío de la tarde. Tomamos chocolate caliente y galletas, y poco a poco, el cansancio fue dando paso a la relajación.

A pesar de la tormenta y del trabajo duro, el fin de semana en la casa de campo fue inolvidable. No solo disfrutamos de la belleza del lugar y de la compañía de nuestros amigos, sino que también aprendimos a trabajar juntos y a enfrentar una situación difícil. Fue una experiencia que nos unió más y nos dejó con recuerdos que siempre atesoraremos.

Si alguna vez tienes la oportunidad de pasar unos días en una casa de campo, no lo dudes. La tranquilidad y la belleza del campo son incomparables, y aunque a veces el clima puede jugar en contra, las experiencias y las historias que vivirás harán que todo valga la pena.