Visitando a la familia y cocinando rico

Hace poco decidí visitar a mi hermana que vive en el campo con su familia. Ella vive allí con su marido y mis sobrinas, Sofía y Tania. Sofía es la mayor, tiene diez años, y Tania es la menor, con cinco. Ellas están aprendiendo muchas cosas sobre la vida en el campo y estaban muy emocionadas de mostrarme lo que hacen todos los días.

Cuando llegué, mi hermana me recibió con un abrazo. El aire del campo era fresco y limpio, y se escuchaban los sonidos de los animales. La casa de mi hermana es sencilla pero muy acogedora, con un gran jardín lleno de flores y árboles frutales. Pronto, Sofía y Tania salieron corriendo a saludarme. Estaban muy contentas de verme y querían enseñarme todo lo que habían aprendido.

Uno de los primeros días, mi hermana me propuso hacer manteca casera. Nunca había hecho manteca antes, así que estaba muy interesado en aprender. Primero, fuimos a buscar leche fresca de la vaca. Mi cuñado nos mostró cómo ordeñar la vaca, algo que también fue una nueva experiencia para mí. Luego, llevamos la leche a la cocina y comenzamos a trabajar.

Para hacer la manteca, primero tuvimos que batir la crema de la leche durante bastante tiempo. Sofía y Tania tomaron turnos para batir, y luego yo también ayudé. Después de un rato, la crema empezó a separarse y apareció la manteca. La lavamos con agua fría y la amasamos hasta que quedó suave y lista para comer. Fue un proceso largo, pero el resultado fue increíble. La manteca casera tenía un sabor muy fresco y natural.

Otro día, mi hermana nos enseñó a hacer pan. Tania estaba especialmente emocionada porque le encanta amasar la masa. Primero, mezclamos la harina con agua, levadura y un poco de sal. Luego, amasamos la masa hasta que quedó suave y elástica. Tania y Sofía se divirtieron mucho amasando y haciendo formas con la masa. Dejamos que la masa descansara y subiera, y luego la pusimos en el horno. El olor del pan recién horneado llenó la casa y nos hizo agua la boca. Cuando finalmente estuvo listo, lo sacamos del horno y lo dejamos enfriar un poco antes de probarlo. Estaba delicioso, crujiente por fuera y suave por dentro.

Además del pan, también hicimos dulce casero. Fuimos al jardín a recoger frutas. Tania y Sofía me mostraron cómo elegir las frutas más maduras y dulces. Recogimos fresas, moras y algunas manzanas. De vuelta en la cocina, lavamos las frutas y comenzamos a preparar el dulce. Cocinamos las frutas con un poco de azúcar hasta que se convirtieron en una mezcla espesa y pegajosa. Mientras cocinábamos, las niñas me contaban historias sobre sus aventuras en el campo, como cuando ayudaron a rescatar a un gatito o cuando construyeron una casa de muñecas con ramas y hojas.

Finalmente, llegó el momento de disfrutar todo lo que habíamos hecho. Nos sentamos todos juntos a la mesa y probamos la manteca casera untada en el pan recién horneado, acompañada del dulce de frutas. Cada bocado era delicioso, y me sentí muy agradecido por la oportunidad de compartir estos momentos con mi familia. Sofía y Tania estaban muy orgullosas de lo que habíamos logrado juntos.

Durante mi estancia en el campo, aprendí mucho sobre la vida allí. Cada día era una nueva aventura y una oportunidad para aprender algo nuevo. Me di cuenta de cuánto valor tiene esta experiencia para Sofía y Tania. Están creciendo con una gran apreciación por la naturaleza y el trabajo duro que implica vivir en el campo.

Cuando llegó el momento de irme, me despedí con un poco de tristeza, pero también con una gran gratitud por haber pasado ese tiempo con mi familia. Prometí volver pronto y, mientras manejaba de vuelta a la ciudad, no podía dejar de pensar en cuánto había disfrutado de mi visita al campo. La experiencia de hacer manteca, pan y dulce casero quedará siempre en mi memoria como un recuerdo especial y valioso.